Perspectivas profilácticas de la Psicología Marxista

06.01.2017

Cuando hablamos del término "profilaxis" esto requiere partir de determinadas precisiones conceptuales. La profilaxis tradicionalmente se ha entendido como un sistema de medidas para la prevención de enfermedades. Planteado en estos términos, como sinónimo de prevención (de neurosis, de suicidio, alcoholismo, conductas delictivas, etcétera), el concepto es limitado y refleja sólo un aspecto parcial del problema tal como lo concebimos. Si nos quedásemos en este punto, se podría suponer que la nuestra es una psicología de lo enfermo, de lo patológico, de lo desviado, cuando la realidad es bien distinta, pues la psicología de basamento marxista se ocupa en esencia del hombre sano, de optimizar sus potencialidades humanas, de promover su realización personal a través del desarrollo pleno de su personalidad. Dicho en otras palabras, cuando hablamos de profilaxis no nos estamos refiriendo a la prevención de eventos o procesos patológicos, y sin restarle valor a estas acciones, trascendemos este enfoque e insistimos también, y sobre todo, en el trabajo sobre el hombre "sano", no sólo para que no "enferme" sino para lograr en él la máxima expresión de sus potencialidades y la gratificación de sus necesidades tanto materiales como espirituales.

Partiendo del punto anterior nos enfrentamos necesariamente a la interrogante de ¿A quién compete el problema tanto de la prevención de la enfermedad como de la promoción de la salud? Sería absurdo y utópico pensar que esta compleja tarea es competencia absoluta del psicólogo como profesional aislado, sino que presupone, dado el momento actual del desarrollo de las ciencias, de una labor interdisciplinaria en la cual cada ciencia concreta (la medicina, la psicología, la sociología, la pedagogía y otras) aporte a la profilaxis sus posibilidades específicas. A las ciencias psicológicas, como más adelante se expresará, le corresponde un importante lugar en esta tarea.

La profilaxis no se logra solamente con buenas intenciones, ni con esquemas abstractos cerrados en el aparato conceptual de determinada disciplina científica, sino que tiene que ser expresión de los objetivos fundamentales de la sociedad en su conjunto, de una sociedad que tenga como objetivo primordial de atención el bienestar de las grandes masas trabajadoras, de los individuos concretos. Las mejores posibilidades para lograr esto están allí donde las relaciones entre individuo y sociedad sean mutuamente compatibles. Para lograr la profilaxis social efectiva, la sociedad tiene el deber de respetar la personalidad de los individuos concretos y estimular su desenvolvimiento multifacético a través de las condiciones necesarias; ello reside en su esencia, en la aplicación efectiva y con calidad de amplias medidas sociales como el trabajo asegurado que ofrece confianza en el porvenir, accesibilidad a la enseñanza, la cultura, la recreación, los servicios de salud y la preocupación (no sólo verbal, sino real) por los ancianos, las madres, los discapacitados y los niños.

En su sexta tesis sobre Feuerbach, Marx nos ofrece el fundamento filosófico de lo anteriormente expuesto, al señalar:

"...la esencia humana no es algo abstracto e inherente a cada individuo. Es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales..."

Desde el punto de vista de la Psicología, esto se expresa en el hecho de considerar que los contenidos psicológicos se forman socialmente -sin ignorar las premisas naturales básicas- en la continua e ininterrumpida interacción del individuo con su medio, mediante la actividad con los objetos en los que está depositada toda la cultura precedente de la Humanidad y mediante la imprescindible comunicación con las demás personas. Y todo este proceso tiene una connotación histórica ya sea en la ontogénesis individual o en la filogénesis de la humanidad.

En la sociedad socialista, profundamente humanista en su esencia, es posible el desarrollo polifacético y el creciente perfeccionamiento de todas las capacidades del hombre, así como la plena gratificación de sus necesidades materiales y espirituales; y esto se logra no sólo porque la sociedad lo "permita" pasivamente sino porque, siendo portadora de un grado cualitativamente superior en la evolución de las ideas humanistas, promueve por su propia esencia el perfeccionamiento universal del individuo y sus potencialidades a través de acciones planificadas tanto económicas como culturales, educacionales y de salud.

Ello supone la necesidad de organizar centralizadamente este proceso, sin que ello signifique en modo alguno la despersonalización y supresión de la individualidad, sino que por el contrario, implica el interés por el enriquecimiento, desarrollo e iniciativa creadora de la individualidad, mediante el reconocimiento de que las necesidades de los distintos individuos son diferentes, como diferentes son sus capacidades.

Hacemos esta aclaración necesaria por cuanto la labor profiláctica se hace necesaria y se lleva a la realidad a través de medidas estatales e institucionales generales, tomando en cuenta además las características poblacionales e individuales, dado que la sociedad no puede promover medidas profilácticas en abstracto, sino sobre personas concretas, a través de su actividad y su nivel de responsabilidad personal y social en la consecución de dicho fin.

Todo lo planteado se expresa en el modo de vida social concreto en la comunidad, en la que el hombre despliega su actividad y alcanza su plena realización personal. Vale aclarar, que al hablar de comunidad no nos estamos refiriendo, como ocurre en otras corrientes del pensamiento sociopsicológico, a la que constituyen grupos marginales, alienados o de derechos limitados. No desconocemos las positivas intenciones y los alcances que pueda tener este tipo de trabajo en determinadas sociedades. Pero es la propia estructura de esas sociedades la que ha llevado a esos grupos a dicha condición, la cual no podrá ser modificada en su esencia hasta tanto no se modifiquen los presupuestos sociales que la fundamentan. Por ello, al hablar de comunidad la conceptualizamos como una categoría operativa, que se refiere fundamentalmente a una organización territorial convencional hacia la que se encaminan los esfuerzos profilácticos, en la que están implicados los intereses del Estado socialista, la labor coordinada de diferentes instituciones (de salud, educativas, jurídicas, etcétera), la participación activa de las masas organizadas, y los individuos concretos que deben asumir un grado de responsabilidad personal ante esa tarea.

Llegamos así a una evidente disyuntiva que puede y ha sido objeto de malas interpretaciones en un doble sentido. Por una parte, el reconocimiento de que la base de la profilaxis es la elevación de la calidad de la vida de la población es un postulado totalmente cierto, pero visto esquemáticamente, de un modo unilateral, podría llevarnos a la siguiente interrogante:

"...Entonces ¿qué hacen los psicólogos y otros profesionales que viven en lugares del mundo donde a veces más de la mitad de la población vive en condiciones verdaderamente infrahumanas! ...''

Responder de modo fatalista a esta pregunta podría ser una invitación a la pasividad social de estos profesionales y a que se refugien en sus consultorios a los que no pueden acudir -por obvias razones económicas estos sectores marginados de la población, ignorando que su labor puede contribuir en algún grado -no importa su magnitud- al bienestar de estos individuos. Y por otro lado:

"...Si el cambio social es el aspecto esencial de la profilaxis, entonces, ¿podemos sentarnos tranquilos a esperar que el cambio social -ya resuelto o pendiente de solución- promueva y traiga por si mismo la salud a la población?... "

Una respuesta afirmativa a esta interrogante también llevaría a la pasividad social de nuestros profesionales, por cuanto ignoraría que la construcción de la nueva sociedad es una tarea ardua y compleja, y que las concepciones, hábitos de vida, normas, valores, etcétera, se modifican a través de un largo e incluso contradictorio proceso.

La respuesta a ambas interrogantes podríamos expresarla del siguiente modo: siendo la profilaxis ante todo un problema social, presupone la posibilidad, utilidad y necesidad de las acciones de las ciencias concretas que desde diferentes ángulos estudien al hombre en general, y de las acciones de las ciencias psicológicas en particular. Por ello es válido señalar que lo mismo donde las condiciones de vida están sujetas a serios problemas estructurales socioeconómicos que donde estos están en vías de resolverse o ya están resueltos, el psicólogo puede, y de hecho debe, influir de múltiples formas en la profilaxis, ya sea a través de instituciones especializadas, de la labor en comunidades, o de la sociedad en su conjunto, pues por limitado o amplio que sea el alcance de su trabajo, siempre tendrá algún efecto sobre el bienestar de la población.

Para la Psicología, enfrentar el reto que supone la profilaxis implica, entre otros, el conocimiento teórico y la utilización práctica de los fundamentos científicos del aprendizaje, de la motivación, de la personalidad, el estudio de las diferentes etapas del desarrollo y del proceso de comunicación.

Miguel Roca Perara, María Emilia Rodríguez, Carolina de la Torre Molina, Norma Vasallo, Mara Fuentes Ávila, Irene Smith Alayón Facultad de Psicología, Universidad de La Habana

Francisco Morales Calatayud, Facultad de Medicina "Miguel Enríquez", Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana

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